jueves, 26 de febrero de 2009

Breve historia de una niña llamada América


A mis sobrinos: Diego, Marcelito, Rocío, Matías, Nacho, Luján, Malena, Naiara, Gerard, Anet, Camilo, Catalina, Fermin, Lucas, Eva, Evita y a todos los niños hijos de la niña llamada América.

Había una vez una niña muy bonita llamada América cuya historia les quiero contar......
Ella vivió desde muy pequeña con una señora, que decía ser su madre, a la que le gustaba mucho la plata y el oro que sacaba del cuerpo de la niña, a la que gobernaba a través del sometimiento y el castigo. Cada vez que la niña se rebelaba su madre la golpeaba al punto de querer exterminarla. Pero un día la niña no aguantó más y después de varios enfrentamientos con su madre, decidió echarla de la casa. Fue en aquel entonces que la niña conoció a una supuesta tía a la que le decían " la Gran ", la que se le presentó con buenos modales ofreciéndole ayuda para que la malvada madre no la molestara más. La niña, que aún no había crecido lo suficiente, decidió aceptar la supuesta ayuda de su supuesta a tía a cambio de que ésta gobernara su casa con sus leyes previamente establecidas. Así fue que la niña transcurriría los primeros años sin su supuesta madre en la casa, viviendo con una tía que de apoco comenzaría a mostrarse exigente y posesiva.
Llamaba la atención ver a la niña siempre igual, a todos le sorprendía el hecho de que los años no significaban crecimiento para la niña que seguía siendo pequeña. Acostumbrada a los consejos, siempre recurría a su tía para resolver sus propios problemas. Es que así la había criado su supuesta madre, enseñándole a no ser libre. Su tía aprovechándose de la situación de la niña le advirtió el primer día: tú eres demasiado pequeña para ser libre y vivir de tus propios esfuerzos; debes de pedir consejos y dinero a tu tía, la que lleva años viviendo de la libertad y el comercio.
Un buen día la niña le pidió un préstamo a su tía y ésta se lo dio a cambio de que la pequeña se comprometiera a ser obediente y, por supuesto, a devolver el dinero. La niña, inocente y en plenas contradicciones propias de su edad, no supo darse cuenta que debía trabajar toda una vida para poder pagarle a su tía y que ni aún así le alcanzaría. Así pasaron los años y la niña, que seguía siendo niña, se encontraba pobre y endeudada. Además cada vez que le cuestionaba algo a su tía recibía regaños y amenazas, cuando no era golpeada y maltratada.
Pero la tía, que sí crecía, se fue volviendo anciana y, con el paso del tiempo, no hizo más que meterse en guerra tras guerra con antiguos amigos de su infancia. En esos años la niña supo aprender a crecer ya que su tía no podía estar tan pendiente de su casa. Así empezó a trabajar muy duro, pero esta vez sabiendo que de su trabajo saldría el fruto del que se alimentaría. Sin embargo, la tía, que se encontraba agonizando, tuvo la fortuna de encontrar a un hombre joven, rico y soberbio, que decidió aliársele para ayudar a retomar la crianza de la niña. El hombre, llamado "Sam", se le acercó a la niña y se le presentó imponiéndole un nuevo estilo de vida. Con la promesa de hacerla crecer libre, ofreció prestarle dinero y más dinero a cambio de que esta acepte su condición de tío. La niña no tuvo más remedio que aceptarlo porque el hombre se mostró malvado y la amenazó con hacerla desaparecer en el caso de rechazar la oferta. Una vez más, la niña abandonaba sus esfuerzos de vivir sola y se sometía a las órdenes de alguien que impedía su crecimiento.
Sin embargo, con los años, la niña que supo recibir golpes había aprendido a rebelarse y se fue haciendo fuerte para enfrentarse a su tío, "Sam". En varias ocasiones llegó a echarlo de su casa y hasta lo hizo quedar en ridículo ante sus amigos, hasta que un día, la niña, inquieta, decidió investigar sobre su propia historia y comenzó a conocer sobre sus orígenes. Fue allí que descubrió que, en realidad, la que decía ser su madre era una impostora que la había robado de los brazos se su verdadera madre: la Tierra. Que su verdadera familia era el mar, el río, la montaña, los valles. Que tanto su falsa tía, “ la Gran ”, como su falso tío, "Sam", no eran más que unos canallas mentirosos que se habían vuelto ricos a costa de su miseria. Fue entonces que la niña decidió vivir sola, en su casa y bajo sus propias leyes, no pagando ninguna deuda ya que hasta la propia ley de los impostores enunciaba que los niños menores no podían adquirir prestamos.
Así fue como la niña no necesito más de ningún impostor pues su verdadera madre, la tierra, le había dejado todo lo necesario para ser feliz y vivir eternamente libre. Esta es la historia de la niña América que ahora ha crecido y lo tiene a ustedes como hijos de un sueño.

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